Solo rodábamos los domingos porque todos trabajábamos seis días a la semana. Así empieza el relato de Mal Gusto, una epopeya splatter en la que un grupo de siete amigos tardaron cuatro años en rodar la historia de invasiones espaciales más excesiva del cine neozelandés. Vista hoy sigue siendo nuestra película favorita de Peter Jackson, y no es para menos: el entusiasmo juvenil que despide cada plano, la inventiva desaforada de la puesta en escena, -comparable solo a otro mito rodado con medios y ganas muy similares, la primera Evil Dead-, su honesta extravagancia, más propia de que sus responsables estaban genuinamente locos que de cualquier tipo de postureo... todo ello se narra con pelos y señales en una reunión de la mayor parte del equipo para un recuerdo emocionado de la revista Empire, que una vez más, sabe distinguir perfectamente entre una película de culto y una chorrada con ínfulas. Larga vida a Mal Gusto.